ERASE UNA VEZ.....
Érase
una vez una (O) que se sentía la más feliz del mundo. Se deslizaba
éntre sílabas construyendo bellas palabras que la enardecían y llenaban
de un éxtasis celestial.
Quiso hácer sociedad con la (I) y con la (E) Éstas le dijeron:
-¡Nosotras no tenemos imaginación, solas no podemos decir nada!
-¡Todas unidas podremos! -les decía la (O) empeñada en conseguir su propósito.
- La (I), haciendo gala de compañerismo, les dijo:
-¿Qué hacemos con la (U) y con la (A), no les vamos a decir nada?
-Seremos cinco cómo siempre. Tenemos que reclutar a las consonantes, junto con los signos de puntuación haremos maravillas.
-¿Y qué vamos a decir?, -preguntaba la (I) asustada.
-Todas
juntas diremos lo que se nos ocurra, que pára eso estamos, aclaró la
(U), que parecía un poco enfadada. Cogió con decisión la batuta y se
puso a dirigirlas a todas:
-¡Tú,
ponte aquí!, ¡Tú, ponte allá! Con mano diestra y experiencia de siglos,
fue combinando, vocales consonantes y signos de puntuación, quedando
prendada del resultado:
-¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?
-¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¿Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras?
-¡Cuantas veces el ángel me decía:
"Alma, asómate ahóra a la ventana,
verás con cuánto amor porfía"
-¡Y cuantas, hermosura soberana:
"Mañana te abriremos respondía"
¡Pára lo mismo responder mañana!
- ¡Pero, bueno!... ¡Si eso es de Lope de Vega! Eso ya estaba escrito,
-protestaron al unísono.
-¿Tengo yo la culpa de que eso ande suelto por ahí, y se me haya copiado? -Se disculpaba la (U).
-¡Ya no dirijo más, ahóra que dirija quien quiera!
-¡Ya no dirijo más, ahóra que dirija quien quiera!














“¡Súbete
a mí, niñito!”, decía el árbol, inclinando
sus ramas todo lo que podía. Pero el niño
era demasiado pequeño.
Bajó
entonces la escalera, abrió cautelosamente
la puerta de la casa, y entró en el jardín.
Pero en cuanto lo vieron los niños se
aterrorizaron, salieron a escape y el jardín
quedó en Invierno otra vez. Sólo quedó aquel
pequeñín del rincón más alejado, porque
tenía los ojos tan llenos de lágrimas que no
vio venir al Gigante. Entonces el Gigante se
le acercó por detrás, lo cogió suavemente
entre sus manos y lo subió al árbol. Y el
árbol floreció de repente, y los pájaros
vinieron a cantar en sus ramas, y el niño se
abrazó al cuello del Gigante y le besó. Y
los otros niños, cuando vieron que el
Gigante ya no era malo, volvieron corriendo
alegremente. Con ellos la Primavera volvió
al jardín.
