La pelea de las lagartijas
Un cuento de
Burkina Fasso uno
de mis cuentos favoritos, seguramente el que más he contado a mis hijos
y el que más juego nos ha dado para dibujarlo, hacer marionetas,
dramatizarlo.
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(foto de archivo) 1er encuentro de ALE 2003 |
En una pequeña población, de vida
tranquila y ordenada, dos lagartijas se enredaron a pelear
enfurecidas, no ha llegado a saberse la razón pues nadie mostró
interés por el altercado, excepto un perro que al pasar junto a
ellas y verlas mordiéndose furiosas, las contempló con horror.
El
perro no podía permanecer impasible ante aquel doloroso espectáculo
y se interpuso entre las lagartijas intentando separarlas
- ¡Chicas, chicas, dejad de pelear! No veis que os vas a hacer daño.
Seguro que podemos solucionarlo hablando, por favor dejad de pelear.
Pero lejos de desistir, las lagartijas
furiosas también golpearon y mordieron al perro.
Viendo que no podía
separarlas, decidió que era mejor buscar otra estrategia, pues veía
con claridad que nada bueno podía resultar de una pelea como
aquella. Fue entonces cuando decidió buscar ayuda, seguro de que
cualquiera vería como él la necesidad de parar aquella pelea, y
creyó conveniente ir en busca de un experto en resolver conflictos.
Repasó la lista de sus conocidos y rápidamente se puso en camino
para conversar con el gallo, que le parecía que al vivir con una
familia tan extensa, tantas gallinas y tantos polluelos, era seguro
que tendría experiencia más que probada en apaciguar peleas.
- Amigo
Gallo, necesito de su ayuda, hay dos lagartijas que se están
peleando y no me quieren hacer caso. Por favor acompáñame y
pongamos paz entre ellas.
- Pero
perro, amigo mío. Yo ya tengo bastante con mis propios problemas,
no vengas a contarme peleas de lagartijas que nada tiene que ver
conmigo, déjame vivir tranquilo.
El
perro, que era tenaz en la consecución de sus objetivos, no se
desanimó y continuó pensando.
Quizás no necesitaba un experto, muy
posiblemente era mejor buscar a alguien grande y fuerte que con su
sola presencia impusiera respeto, así las lagartijas al verlo
aparecer se sentirían cohibidas y dejarían de pelear... pero si eso
no sucedía, al menos alguien muy fuerte podría contenerlas sin que
le dolieran sus mordeduras y sus arañazos. Piensa, piensa que te
piensa, el perro repasó toda la lista de sus amistades, hasta llegar
al burro, ¡caray! Aquel era un magnifico candidato.
Acudió
junto a su casa y se sentó a esperar, el burro trabajaba en los
cultivos y no llegaba hasta que el sol no empezaba su camino
descendente en el horizonte.
- Amigo
burro, ¿cómo estas hoy? Acudo a ti porque sé que me ayudaras.
Verás hay dos lagartijas que están enzarzadas en un pelea brutal y
no he podido detenerlas. Sí tu me acompañas seguro que a ti te
harán caso.
- Muy
bien, ¿cómo se llaman tus amigas?
- No
lo sé, nunca las había visto...
- ¿entonces?
No las conoces de nada y quieres que yo vaya a meterme en sus
asuntos. Mira perro, yo por ti haría lo que sea, porque somos
amigos... pero por unas lagartijas que no conozco no voy a perder mi
tiempo de descanso. Llevo todo el día trabajando sin parar y tengo
hambre, déjame comer y deja de preocuparte por esas lagartijas.
Entre tanto, las lagartijas que
continuaban en su lucha, habían trepado por la pared de una casa y
se estaban peleando sobre el tejado de paja seca (no olvidar que es
una cuento africano) y con tanto golpe y tanta carrera, la paja
comenzó a ceder y fue cayendo dentro de la casa. En la casa vivía
una anciana, muy muy anciana, que se encontraba preparando su comida
de la noche, y al caer la paja seca sobre el fuego comenzó a
formarse una gran nube de humo que llenó el interior de la vivienda.
La
anciana intentaba salir, pero la lentitud de sus movimientos y los
ojos cegados por el humo la hicieron chocar con los enseres que había
en la vivienda.
-¡Ayuda¡...
ayuda... ayuda, gritaba cada vez de forma más débil.
La
nube de humo se elevaba sobre el tejado. Los habitantes del pueblo la
contemplaban horrorizados, y a la voz de incendio todos se pusieron
en marcha. Alguien intentó entrar en la casa, pero el tejado se
había desplomado impidiendo la entrada. Otras personas corrieron al
pozo para transportar agua, el dueño del burro lo cargó con
cantaros y lo tuvo haciendo viajes hasta que el incendio se dio por
terminado.
Cuando
el incendio estuvo apagado y al fin pudieron llegar junto a la
anciana, la encontraron como dormida. Debido al humo había muerto
por asfixia.
Sus
vecinos y familiares entristecidos por la pérdida declararon un día
de luto para celebrar los funerales, que realizaron según es su
tradición. No debemos olvidar que estamos en Burkina Faso, así que
organizaron una gran fiesta con la que celebrar que aquella mujer
había disfrutado de una larga vida, lo que da grandes oportunidades
para ser feliz.
Como sabéis de sobra, las fiestas
básicamente tienen los mismos componentes en todas las culturas,
nada se celebra sin compartir una buena comida y sin la música, por
eso para celebrar aquélla fiesta decidieron asar unas cuantas
gallinas y ... un gallo ¿sabéis cual?
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