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«Entre
la muerte del Rey que rabió y el advenimiento al trono de
la Reina Mari-Castaña existe un largo y obscuro periodo en
las crónicas, de que quedan pocas memorias. Consta, sin embargo,
que floreció en aquella época un rey Buby I, grande amigo
de los niños pobres y protector decidido de los ratones...»
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La
reina M.ª Cristina llamaba a su hijo Bubi en la intimidad. Coloma
llama Buby al rey protagonista de su cuento.
El rey niño
Buby I colocó su diente debajo de la almohada, como es costumbre
hacer, y esperó impaciente la llegada del ratoncito. Ya se había dormido
cuando un suave roce lo despertó. El Padre Coloma describe así el
encuentro del pequeño rey protagonista del cuento con el Ratón Pérez:
«A
poco abría Buby mucho los ojitos, luchando contra el sueño,
que se los cerraba: cerróselos al fin del todo, y el cuerpecillo
resbaló buscando el calor de las mantas, y la cabecita quedó
sobre la almohada, escondida tras un brazo, como esconden los
pajaritos la suya debajo del ala». |
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«De
pronto, sintió una cosa suave que le rozaba la frente. Incorporóse
de un brinco, sobresaltado, y vió delante de sí, de pie sobre
la almohada, un ratón muy pequeño, con sombrero de paja, lentes
de oro, zapatos de lienzo crudo y una cartera roja, terciada
a la espalda». |
Tras las respectivas
presentaciones y varios intentos de cogerle el rabo, Buby consiguió
convencer y acompañar a Ratón Pérez en su peligrosa misión nocturna,
pasando por la acogedora casita de Ratón Pérez, donde residía con
su mujer y sus hijos, hasta la buhardilla donde vivía muy pobremente
Gilito, un niño que como él también esperaba su visita. Para ello
Buby fue transformado en ratón:
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«Ratón
Pérez saltó de repente sobre su hombro, y le metió por la
nariz la punta del rabo: estornudó estrepitosamente el Reyecito,
y por un prodigio maravilloso, que nadie hasta el día de hoy
ha podido explicarse, quedó convertido, por el mismo esfuerzo
del estornudo, en el ratón más lindo y primoroso que imaginaciones
de hadas pudieran soñar:
Era
todo él brillante como el oro, y suave como la seda,
y tenía los ojitos verdes y relucientes como dos esmeraldas
cabochón».
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En su extraordinario
viaje, Buby descubrió que había niños muy diferentes, que pasaban
hambre y frío pero que también eran sus hermanos porque todos eran
hijos de Dios.
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