Calim, el calamar
Había
una vez un calamar que se llamaba Calim y que vivía en las aguas de una
playa muy grande y muy bonita. A Calim le gustaba mucho jugar y tenía
bastantes amigos. Sus preferidos eran Poli, el pulpo y Cram, el
cangrejo. Algunas veces, en verano, jugaban también con dos niños que
eran sus amigos y con los que se divertían mucho: Moncho y David.
En
las últimas semanas jugaban todos juntos y se lo pasaban en grande.
Cram el cangrejo les enseñaba lo que había que hacer para aprender a
caminar siempre hacia atrás, pero David y Moncho todo lo que conseguían
era tropezar, caer en la arena y a veces irse de cabeza al agua. Poli
el pulpo les enseñaba su habilidad para hacer nudos y deshacerlos con
sus ocho brazos. Moncho y David pensaban en lo latoso que era colocarse
bien cada mañana las dos mangas de un jersey y lo horrible que sería
tener ocho en lugar de dos, y miraban asombrados la rapidez con la que
Poli hacía y deshacía, parecía un mago. Calim el calamar actuaba como
maestro de ceremonias, presentándolos como si estuvieran en un teatro o
en un circo.
-
Señoras y señores, con ustedes el único, el inigualable artista venido
de los mares del Sur especialmente para actuar ante ustedes: Poliiiiii
el pulpooooooo... -decía Calim, al tiempo que hacía una gran
reverencia-.
Aquel día Calim presentaba un número muy especial: Cram el cangrejo iba a probar el más difícil todavía, caminar hacia adelante.
-
Con ustedes el número más peligroso que hayan contemplado jamás sus
ojos: Cram el cangrejo luchará contra todo y caminará hacia adelante
-reía Calim-. Y señoras y señores, lo hará sin red.
Cram
lo intentaba y lo intentaba pero en cuanto se despistaba un poco volvía
a ir hacia atrás. Todos se partían de risa al ver sus esfuerzos, pero
aplaudieron al final, sobre todo Poli que lo hacía con sus ocho manos.
A
Calim se le ocurrió entonces que podían hacer otro número todavía. Si
Cram había intentado caminar hacia adelante, David y Moncho podían
intentar hacerlo con las manos y cabeza abajo. Volvió a su papel de
presentador y dijo:
-
Y ahora, señoras y señores, guarden mucho silencio. Nuestros héroes
necesitan mucha, mucha concentración. Ellos son Moncho y David y van a
intentar lo imposible: que un ser humano, mejor dicho, que dos seres
humanos caminen cabeza abajo. Adelante, muchachos.
A
David y Moncho no les quedaba más remedio que hacer su número, así que
lo intentaron encantados. Por supuesto, no pudieron dar más que un par
de pasos porque al ir con los pies para arriba perdían el equilibrio y
caían sobre la arena. Eso sí, se divirtieron todos muchísimo.
-
Señoras y señores, hasta la próxima -decía Calim con otra gran
reverencia-. Gracias por venir a ver nuestro arte. Mañana volveremos a
estar con ustedes.
Y otra vez se oían grandes aplausos de las ocho manos de Poli.
Ya
era tarde, así que David y Moncho se despidieron de sus amigos y todos
volvieron a sus casas. Quedaron en que al día siguiente se verían de
nuevo en el mismo sitio.
A
la mañana siguiente cuando Moncho y David llegaron a la playa se
extrañaron mucho al ver a sus amigos tan serios. Cram no paraba de
moverse. Poli jugueteaba furioso con sus manos haciéndose un lío de vez
en cuando y Calim parecía muy abatido.
-¿Qué ocurre? -preguntaron los dos niños, sorprendidos por aquel recibimiento-.
Calim se adelantó para responder:
- ¿Un desastre? ¿Qué tipo de desastre? -preguntó David, que no tenía ni idea de a qué se refería Calim-.
- Acompañadnos -dijeron-. Vamos a enseñaros algo.
David
y Moncho los siguieron hasta un extremo de la gran playa. Al llegar al
lado de unas rocas, se pararon y contemplaron asustados a qué desastre
se refería Calim: la playa parecía un campo de batalla, había botellas,
vasos, papeles, restos de un fuego, colillas de cigarrillos y todo tipo
de basuras. Además, había también montones de conchas pisoteadas y
aplastadas. Aquello era realmente un desastre.
- ¿Entendéis ahora a qué desastre nos referimos? -preguntó Poli todo preocupado-.
_ ¡Dios mío! -dijo Moncho-. ¿Quién puede haber hecho esto?
- Unos gamberros, por supuesto -contestó Cram todo enfadado-. Habría que darles un buen escarmiento.
-
Tienes razón -dijo Calim-. Pero ni siquiera sabemos quiénes son. De
todas maneras habría que hacerles entender que la playa no es suya,
sobre todo si la utilizan para estas porquerías.
- Quizá podamos hablar con el alcalde y decirle que pongan vigilantes por la noche -comentó David-.
- ¡Uf! no servirá de nada. No puede haber vigilantes toda la vida y estos gamberros seguro que vuelven -dijo Poli-.
-
Les daremos una oportunidad -comentó Calim-. Pondremos papeleras a lo
largo de la playa y unos letreros que digan: "Por favor, no ensucien la
playa. Tiren la basura en las papeleras". A lo mejor hay suerte y lo
hacen.
A
todos les pareció una buena idea, aunque estaban muy enfadados. No
entendían cómo se podía hacer aquello en una playa. Había que ser muy
gamberro.
Dedicaron
todo el día a recoger aquellas porquerías y a limpiar bien la playa.
Colocaron unas grandes papeleras y unos letreros enormes, tal como había
dicho Calim.
Pero
su tranquilidad no duró mucho tiempo. Una semana después, cuando Moncho
y David llegaron a la playa se encontraron a sus amigos desolados.
Esta vez no hizo falta preguntarles qué había ocurrido porque el
desastre afectaba a toda la playa: había basura por todas partes, las
papeleras estaban tiradas en el suelo y de los letreros no quedaban más
que los restos porque los gamberros los habían utilizado para hacer un
fuego.
- Bueno, amigos, ya veis -dijo Calim-. Estamos tratando con unos salvajes. Esta vez han hecho más gamberradas que la anterior.
- Será mejor que nos pongamos ya a limpiarlo, porque si no nunca acabaremos -dijo Cram muy enfadado-.
-¡Qué rabia no poder hacer nada para que esos gamberros nos dejen en paz! -protestó Moncho-.
- En fin -dijo David mientras empezaba a recoger unas botellas-, de momento lo único que podemos hacer es limpiarlo todo.
Estuvieron
todo el día recogiendo papeles, botellas, y limpiando bien la playa. Al
anochecer todos estaban agotados, así que decidieron irse a dormir.
Cuando David y Moncho se marcharon, Calim se quedó un rato hablando con Poli y Cram.
-
No podemos cruzarnos de brazos todos los días viendo cómo un puñado de
gamberros ensucian la playa -les dijo-. Estoy seguro de que hay algo que
podemos hacer. Veréis, tengo un plan, pero necesitaremos la ayuda de
todos nuestros hermanos. Así que manos a la obra y vamos a avisarles.
En
poco rato Calim, Cram y Poli consiguieron reunir a más de cien animales
de su clase: la playa estaba llena de calamares, pulpos y cangrejos.
Calim se dirigió a todos ellos y les dijo que no iba a ser un trabajo
fácil porque habría que hacer guardia toda la noche.
-¡Estamos dispuestos! -gritaron todos-.
- Bien, entonces escuchad. Éste es mi plan ...
Y Calim les explicó en qué consistía, con todo detalle.
Pasaron
varias horas antes de que ocurriera nada. Pero finalmente, cuando eran
casi las tres de la madrugada, a Poli le pareció oír algo.
- Creo que viene alguien -dijo-.
Y
así era, ahora podían oírlo todos perfectamente. Un grupo de personas
se acercaba gritando y cantando. Al verlos de cerca, Calim comprobó que
sólo eran cuatro.
- Va a ser más fácil de lo que creíamos -dijo a sus compañeros-. Bueno, ya conocéis el plan.
Los gamberros empezaban ahora a tirar algunas botellas vacías y gritaban:
-¡Esto es vida! Hoy hasta quizá pesquemos algún cangrejo.
Cram, al oír esto, quiso lanzarse ya al ataque, pero Calim lo agarró por una pinza y le dijo:
- No vayas a estropear el plan.
Los
gamberros continuaban con su juerga. Calim entonces dio la orden de
empezar. Poli y otro pulpo empezaron a moverse sin parar en el agua,
salpicando hasta dejarlo empapado a uno de los gamberros.
-¡Eh! ¡Eh! -gritó éste dirigiéndose a sus compañeros-. Eso no ha tenido gracia.
Los otros lo miraron como si estuviera loco, y al verlo todo mojado empezaron a reírse.
-¡Cómo te has puesto! Ja, ja, ja.
- No tiene gracia. Si volvéis a hacerlo os acordaréis de mí -dijo furioso-.
- Estás loco -comentaron los otros-. Nosotros ni siquiera nos hemos acercado a ti.
-¿Quién ha sido entonces? -se preguntaron un poco preocupados-.
Otro
se acercó a su compañero y cuando estaba de espaldas a éste, Poli y su
amigo volvieron a repetir el chapoteo hasta dejarlo empapado.
-¡Aaahhh! ¡Déjame en paz! -gritó el gamberro, creyendo que lo había mojado su compañero-.
-¡Yo no he sido! -gritó éste-.
Ahora, además de preocupados, empezaban a estar algo asustados.
- Será mejor que no nos separemos mucho unos de otros -dijo el que parecía ser el jefe-. Vamos a ver qué ocurre.
Se acercaron los cuatro juntos a la orilla con unos palos en la mano. Calim entonces dio la señal de atacar.
-¡Adelante, muchachos! -dijo-.
Y
el plan de Calim se puso en marcha. De pronto cada uno de los
gamberros se encontró inmovilizado de pies y manos, los pulpos se habían
encargado de atarlos; los cangrejos, con sus pinzas, les apretaban la
nariz y las orejas; y los calamares soltaban su tinta por encima de
ellos.
-¿Qué es esto? -gritaban muertos de miedo-.
-¡Me he quedado ciego, no veo nada más que tinta negra! -gritaba uno-.
-¡No puedo moverme! -gritaba otro-.
-¡Aaahhh! Son monstruos marinos -decía el jefe-.
Calim, con voz furiosa, les dijo:
-
Efectivamente, somos monstruos marinos y no nos gusta que ensucien la
playa. Pero como a vosotros sí que parece gustaros la suciedad hemos
decidido daros una buena ración.
Y entonces volvió a dar la orden de echarles tinta. Esta vez fueron los pulpos los que se encargaron de ello.
-¡Basta! ¡Basta! -gritaban los gamberros-. Dejadnos marchar, no volveremos nunca.
-
Será mejor que no lo hagáis -dijo Poli-. Y decídselo también a
vuestros compañeros. Pero antes limpiad todo esto, inmediatamente.
Los
gamberros lo dejaron todo completamente limpio en un instante, y luego
echaron a correr sin volver la vista atrás ni una sola vez.
Poli, Calim, Cram y todos sus amigos no podían parar de reír. Al fin se habían librado de ellos.
- Bueno, monstruos marinos -dijo Calim riéndose-. Será mejor que descansemos un poco. Buenas noches y gracias a todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario